18Sostengo además que
los sufrimientos del tiempo presente son cosa de nada comparados con la gloria
que va a revelarse reflejada en nosotros.
19De hecho, la humanidad otea
impaciente aguardando a que se revele lo que es ser hijo de Dios; 20porque, aun
sometida al fracaso (no por su gusto, sino por aquel que la sometió), esta
misma humanidad abriga una esperanza: 21que se verá liberada de la esclavitud a
la decadencia, para alcanzar la libertad y la gloria de los hijos de Dios.
22Sabemos bien que hasta el presente
la humanidad entera sigue lanzando un gemido universal con los dolores de su
parto. 23Más aún: incluso nosotros, que poseemos el Espíritu como primicia,
gemimos en lo íntimo a la espera de la plena condición de hijos, del rescate de
nuestro ser, 24pues con esta esperanza nos salvaron. Ahora bien, esperanza de
lo que se ve ya no es esperanza; ¿quién espera lo que ya ve? 25En cambio, si
esperamos algo que no vemos, necesitamos constancia para aguardar.
26Pero, además, precisamente el
Espíritu acude en auxilio de nuestra debilidad: nosotros no sabemos a ciencia
cierta lo que debemos pedir, pero el Espíritu en persona intercede por nosotros
con gemidos sin palabras; 27y aquel que escruta el corazón conoce la intención
del Espíritu, porque éste intercede por los consagrados como Dios quiere.
28Sabemos también que, con los que
aman a Dios, con los que él ha llamado siguiendo su propósito, él coopera en
todo para su bien. 29Porque Dios los eligió primero, destinándolos dese
entonces a que reprodujeran los rasgos de su Hijo, de modo que éste fuera el
mayor de una multitud de hermanos; 30y a esos que había destinado, los llamó; a
esos que llamó los rehabilitó, y a esos que rehabilitó les comunicó la gloria.
EXPLICACIÓN.
18-30. Precisa Pablo lo dicho en 8,17: no hay comparación
entre sufrimientos y gloria (18). La humanidad, mejor que "la
creación", según el contexto y el uso de Pablo (cf. 2 Cor 5,17; Gál 6,15;
también Mc 16,15); se trata de la humanidad en general, por oposición a los que
tienen el Espíritu, la misma humanidad corrompida descrita en caps. 1-3. El que
la sometió (20), Dios, formulación religiosa de las consecuencias del pecado.
Pero la humanidad sabe que la sanción es transitoria. La libertad no es sólo
liberación del pecado, sino participación de la gloria divina (19-21).
Los
cristianos conocen el sentido de la historia: un parto difícil. Y saben formular
la esperanza: la filiación plena, la liberación de la persona (22-25). La
espera es activa (oración), no pasiva. En un mundo confuso, los cristianos no
siempre ven claro lo que conduce al reino de Dios; el Espíritu, sí (26-27).
Cooperación de Dios con los cristianos incluso en circunstancias hostiles. No
es que la calamidad sea de algún modo buena, sino que nada puede separar al
cristiano del amor que Dios le tiene (cf. 8,35). La salvación es actual y
consiste en reproducir los rasgos del hijo de Dios (cf. 8,17) (29-30).
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