Dando por terminado su trabajo en Asia Menor y Grecia, en la primavera del año 58 se encuentra Pablo en Corinto, en casa de Gayo (16,23; 1 Cor 1,14-15). Va a salir para Jerusalén, llevando el producto de la colecta a la que han contribuido Macedonia y Grecia (Acaya) (15,25-26; 1 Cor 16,1-4; 2 Cor 8,1-15; 9,1-15; Gál 2,10), y hace sus planes para el futuro. Según su preferencia de anunciar el evangelio donde aún no se reconocía (15,20-21), su nuevo objetivo es España (15,24.28). Para ello se propone pasar por Roma, comunidad que Pablo tenía gran deseo de conocer (1,15; 15,23), esperando que los romanos le ayudasen a proseguir el viaje (15,24).
Aunque su campo de trabajo se extendía a todos los pueblos paganos (1,5; 11,15; 15,15-16), ante una Iglesia ya existente y que no conoce, no quiere aparecer entrometido (1,11-12; 15,14-16). Por otra parte, corrían muchos rumores calumniosos acerca de su doctrina, acusándolo de minar los fundamentos de la moral por su actitud negativa ante el código legal judío (3,8; 6,1; 6,15).
Por eso se ve obligado a presentarse a la comunidad de Roma, y en esta carta o tratado, escrito por mano de Tercio (16,22), expone de manera más completa que en ningún otro de sus escritos los puntos más esenciales y controvertidos del mensaje que predica (2,16: el evangelio que predico), refutando al mismo tiempo las posibles objeciones de los cristianos de origen judío, de cuya oposición ya tenía experiencia (Gál 2,4; 6,12-13).
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